Escultismo
Para Muchachos
Capítulo 1
Arte Scout
Fogata
1
Trabajos
Scouts
Yo me
imagino que todo muchacho desea ayudar a su país de
una u otra manera. Un medio fácil de conseguirlo es
hacerse Scout.
Como
sabéis, se llama Scout a todo soldado escogido por
su inteligencia y su valor y al que se le encarga, en
tiempo de guerra, de preceder al ejército para
descubrir al enemigo y proporcionar al mando las
informaciones de cuanto ha sabido ver.
Pero
además de Scouts de guerra, hay también Scouts de
paz, hombres que en tiempo de paz hacen una labor que
exige las mismas condiciones de habilidad. Los
tramperos de América del Norte, los colonos de
América del Sur, los Cazadores de África Central,
los descubridores, los colonos, los exploradores de
las tierras vírgenes, los misioneros de Asia y de
todas las partes del mundo, los hombres de los
bosques australianos, los alguaciles del noroeste de
Canadá y del Africa del sur y tantos otros, son
exploradores pacíficos, hombres en toda la
extensión de la palabra, curtidos en las artes del
explorador, sabiendo vivir en el monte, capaces de
encontrar siempre su camino y sabiendo descubrir e
interpretar los rastros y las huellas. Saben cuidar
de su salud sin tener que recurrir al medico, son
fuertes y osados, prontos a hacer frente al peligro y
siempre dispuestos a prestarse auxilio mutuamente.
Están habituados a tener la vida en sus manos y a
darla generosamente si el bien de su país hiciere
preciso este sacrificio.
Los
colonizadores, cazadores y exploradores en todo el
mundo son Scouts.
Deben
saber cómo cuidar de sí mismos.
Abandonan
las comodidades para entregarse a su misión y no
hacen esto para divertirse sino para cumplir con un
deber para con su país, sus compatriotas o sus
superiores.
Es una
vida grandiosa; pero no puede emprenderse de buenas a
primeras; es necesario prepararse para ella.
Los que
logran el éxito son los que han aprendido las artes
del Scout cuando aún eran niños.
El
Escultismo es útil en todos los géneros de la vida.
Un gran físico dice que éste tiene gran valor para
el hombre de ciencia. Un notable médico señala la
necesidad que tiene un doctor o un cirujano de notar,
como lo hace un Scout, los pequeños detalles y
conocer su significado.
Así
pues, voy a deciros cómo podéis aprender este arte
por vosotros mismos y practicarlo sin abandonar
vuestro país. Es muy fácil aprender, y muy
interesante cuando se esta iniciado. Lo más sencillo
es que ingreséis en una Tropa de Scouts.
La
vida de un guardafrontera es magnifica, pero para
vivirla hay que prepararse con anticipación ante las
dificultades que puedan presentarse.
Las
aventuras de Kim
En una
historia de Kipling titulada Kim, puede verse mucho
de lo que es un Scout. Kim, cuyo verdadero nombre era
Kimbal OHara, era hijo de un sargento de un
regimiento irlandés en la India. Quedo huérfano
siendo aún niño y bajo el cuidado de su tía.
Sus
compañeros de juego eran todos indígenas; sabía la
lengua del país mejor que ningún europeo. Trabó
gran amistad con un viejo faquir que recorría el
país y viajó con él por todo el norte de la India.
Cierto día encontró el viejo regimiento de su padre
y como entrase a ver el campamento inspiró sospechas
de que pudiera ser un ratero y fue detenido. Al ser
registrado le encontraron su acta de nacimiento y al
saber quién era lo adoptó el regimiento
encargándose de su educación; pero a cada permiso
Kim se vestía de indio y se iba con los indígenas.
Más
tarde, hizo conocimiento con un tal Mr. Lurgan,
comerciante de joyas y de antigüedades que, por su
conocimiento de las gentes del país estaba afiliado
al servicio de informaciones.
Viendo a
Kim tan bien informado de las cosas y las costumbres
indias pensó que haría un buen agente de
informaciones, como si dijéramos un detective para
indígenas. Por lo tanto, dio a Kim clases de
observación y le hizo ejercitar su memoria para
recordar pequeños detalles, cosas importantes en el
adiestramiento de un Scout.
Adiestramiento
de Kim
Lurgan
empezó por enseñar a Kim una bandeja llena de
joyas, se las hizo ver durante un minuto, después
las cubrió con un pañuelo y le preguntó cuántas y
qué clase de piedras había visto. Al principio
sólo se acordaba de algunas y su descripción era
muy imperfecta; pero después de algunos ejercicios
consiguió acordarse muy bien de todas, así como de
cualquiera otra clase de objetos que se le mostraran.
Al fin
fue nombrado miembro del Servicio Secreto; se le dio
un signo de reconocimiento: un relicario o insignia
que debía llevar colgado del cuello y una frase que
dicha de cierta manera, revelaba su condición de
agente del Servicio.
Kim
en el Servicio Secreto
Un día
encontró Kim un compañero desconocido, en el vagón
de un tren. Era un indígena que estaba bastante
herido en la cabeza y en los brazos. Éste explico a
los demás viajeros que había sufrido un accidente
en el coche al dirigirse a la estación; pero Kim,
como buen Scout, notó que las heridas no eran
equimosis, como debía suponerse en una caída, sino
cortes limpios. Mientras el otro se vendaba la
cabeza, Kim reparó que llevaba una insignia
semejante a la suya; y se las arregló de modo que el
hombre pudiera ver la que el llevaba.
En
seguida el otro deslizo en su conversación algunas
palabras secretas y Kim le respondió con otras. El
extranjero atrajo entonces a Kim aparte y le explico
que era portador de un despacho secreto y que
habiendo sido descubierto por ciertos enemigos del
gobierno, habían intentado matarle; probablemente
tendrían conocimiento de su presencia en el tren, y
telegrafiarían a sus cómplices de todas las
estaciones del trayecto. Se trataba de entregar el
despacho a un oficial de policía y evitar caer preso
por los enemigos. Kim tuvo la idea de proponerle un
buen disfraz.
Kim
disfrazó al hombre de pordiosero, con una mezcla de
harina y ceniza.
He
aquí un mapa de África del Sur. Si lo examináis
con cuidado, encontraréis Mafeking y otros lugares
mencionados en este libro.
Hay en
la India multitud de santos mendicantes que recorren
el país. Van casi desnudos, cubiertos de ceniza, con
marcas pintadas en la cara. El pueblo, que admira su
santidad, les socorre con muchas limosnas en dinero o
en víveres. Kim mezclo harina y ceniza tomada de la
pipa de un indígena, desnudó a su amigo y le
embadurnó; después con una cajita de pinturas que
llevaba consigo le pintó en la frente las marcas
apropiadas; le cubrió las heridas con harina y
ceniza para que fueran menos visibles. Le despeinó
el cabello para darle el aspecto sucio de un mendigo
y le cubrió de polvo. Su propia madre no le hubiera
reconocido.
Poco
después llegaron a una gran estación y vieron en el
andén al oficial de policía a quien debían
entregar el pliego. El falso mendigo lo atropello y
el oficial le reprendió en ingles; aquel le replico
montón e injurias en su lengua, pero introduciendo
entre ellas las palabras secretas. El oficial, aunque
aparentaba no comprender la lengua indígena lo
entendió perfectamente. Viendo por las palabras
secretas que se trataba de un agente.
Fingió,
pues detenerlo y lo condujo al puesto, donde pudo
recibir el informe.
Por
ultimo, Kim hizo amistad con otro miembro del
servicio, un indígena de bastante cultura, un Badú,
como se les llaman en la India, y le fue de gran
utilidad, pues le ayudó a detener a dos oficiales
que hacían espionaje.
Éstas y
otras aventuras de Kim, vale la pena leerlas, ya que
demuestran los servicios que puede rendir a su país
un Scout cuando está bien adiestrado y es
suficientemente inteligente.
Los
muchachos de Mafeking
Pude
apreciar la utilidad de los muchachos haciendo
función de Scouts, con motivo de la defensa de
Mafeking, en 1899 y 1900.
Mafeking
era una pequeña ciudad, como otra cualquiera, en las
grandes llanuras del Sur de Africa.
Nadie
había pensado nunca que pudiera ser atacada por un
enemigo; pero esto os demuestra cómo conviene estar
prevenidos para todo cuanto es posible y, no
solamente para lo que es probable. Pues bien, cuando
nos vimos atacados en Mafeking, distribuimos la
guarnición en los puntos que precisaba proteger:
setecientos hombres, agentes de policía y
voluntarios. Después armamos a los hombres de la
ciudad, unos trescientos aproximadamente.
Los
muchachos de Mafeking prestaron magnífico servicio.
Se
les organizó en un cuerpo de cadetes, con un
uniforme y se les ejercitó
Algunos
de estos eran viejos colonos a la altura de la
situación; otros, en gran número, dependientes de
comercio, oficinistas, etc., no habían tomado nunca
un fusil en sus manos. En total, disponíamos de mil
hombres para defender una plaza que tenia ocho
kilómetros de perímetro y encerraba seiscientas
mujeres y niños blancos y unos siete mil indígenas.
La
importancia de un hombre en tales circunstancias era
inmensa y cuando disminuyó nuestro número con los
muertos y heridos, el trabajo de los combatientes y
de los que tenían que montar las guardias creció en
proporción.
El
Cuerpo de cadetes de Mafeking
Fue
entonces cuando Lord Edward Cecil, el oficial de
Estado Mayor, reunió a los muchachos de la plaza y
los organizó en un cuerpo de cadetes, dándoles un
uniforme y enseñándoles el ejercicio.
Era
una alegre banda y muy útil. Hasta entonces habían
sido precisos muchos hombres para transmitir ordenes
y mensajes, montar guardias y hacer el oficio de
ordenanzas. Todas estas faenas quedaron confiadas a
los cadetes y así se dispuso de otros tantos hombres
para reforzar la línea de fuego.
Los
cadetes, bajo la dirección de su sargento mayor, un
joven Goodyear, hicieron una labor excelente y
ganaron bien las medallas que se les concedieron al
fin de la guerra. Muchos tenían bicicletas; así
pudieron establecer un correo que llevaba las cartas
de los habitantes de la ciudad a sus familiares
destacados en los limites exteriores, sin exponer a
éstos mismos al fuego. Éste correo tenía sellos
especiales, representando un cadete en bicicleta.
Sello
postal usado en Mafeking
Un día
decía yo a uno de estos muchachos que acababa de
atravesar un fuego nutridisimo: "Te mataran uno
de estos días, por pedalear así entre los
obuses".
"Voy
tan de prisa", me respondió, "que no
pueden alcanzarme".
No
tenían miedo aquellos pícaros; siempre estaban
dispuestos a llevar órdenes, aún cuando cada vez
que lo hacían arriesgaban la vida.
¿Lo
harías vosotros?
¿Harías
vosotros otro tanto? Si un enemigo tirase de un
extremo al otro de la calle y yo os mandara llevar un
mensaje a la casa de enfrente, ¿iríais? Estoy
seguro de que sí; pero no os agradaría mucho,
probablemente.
Hay,
pues, que prepararse de antemano. Es como meter la
cabeza en agua helada; si os bañáis todos los días
lo hacéis sin pensar, habéis adquirido la
costumbre. Pero decidle que lo haga a quien no esté
habituado y vacilará. De igual modo un muchacho que
tenga la costumbre de obedecer en seguida, cueste lo
que cueste, cuando le pidáis cualquier cosa en
servicio activo, por grande que sea el peligro, irá.
Otro que no sepa obedecer, temblará, y hasta se
dejará tratar de cobarde por sus amigos.
No es
preciso esperar una guerra para ser un Scout útil.
Hay infinidad de cosas qué hacer en tiempo de paz,
doquiera que vayáis.