Capítulo III
JAN GROOTBOOM, MI ESPÍA NATIVO
Pero
tomó mucho trabajo convencer a mi amigo el oficial
que todo el episodio no fue una farsa para su
especial edificación.
Es humano odiar a otro más listo
que uno, que es más ingenioso que uno, tal vez eso
cuenta para gente que aborrece a los espías con odio
mortal, ése que ofrecen a un hombre que tira bombas
desde un aeroplano indiscriminadamente sobre mujeres
y niños, o quien bombardea catedrales con infernales
máquinas bélicas. Nadie puede decir que mi espía
nativo en Sudáfrica, Jan Grootboorn, fuera ambos, un
hombre vil y un hombre gentil. Él era descrito por
uno que se conocía como un "hombre blanco en
piel negra", y yo cordialmente confirmo esta
descripción.
Aquí está un ejemplo de su
trabajo como espía de campo:
Jan Grootboom era Zulú
de nacimiento, pero habiendo vivido
mucho tiempo con hombres blancos,
como cazador y guía, él vestía
ropa ordinaria y hablaba
perfectamente bien el inglés, pero
en su interior él tenia todas las
agallas y astucia de su raza.
Al
ir a explorar contra los Matabeles nunca era sabio
salir con una gran partida porque así se atraería
la atención, a donde fuera se debería ir sólo con
un hombre (tal como Jan Grootboorti); así, uno era
capaz de penetrar sus líneas y casi acostarse oculto
entre ellos, observando su disposición y obteniendo
información como su número, abastecimientos, el
paradero de sus mujeres y ganado, etc.
Ahora
cada noche se invertía en este trabajo, es decir, la
noche era utilizada para moverse sigilosamente a sus
posiciones, y uno les observaba durante el día. Pero
era imposible hacer esto sin dejar huellas ni
rastros, que los entrenados ojos de sus exploradores
no tardaban en descubrir, muy pronto se daban cuenta
que habían sido observados y, en consecuencia,
continuamente vigilaban para tendernos una emboscada
y capturarnos.
Una noche Jan Grootboom y yo
habíamos cabalgado hacia las cercanías de uno de
los campos enemigos, estábamos recostados esperando
la primera luz antes de que pudiéramos descubrir
exactamente dónde estaban localizados. Fue durante
la hora anterior al amanecer que, como una regla, el
enemigo acostumbraba encender sus fuegos para cocinar
su comida matinal. Así, uno podía ver exactamente
sus posiciones, rectificar la propia y encontrar un
lugar donde uno pudiera ocultarse durante el día
para observar sus movimientos. En esta ocasión, el
primer fuego fue encendido y luego otro centelló, y
luego otro, pero antes de que media docena se
hubiesen encendido Grootboom, de repente, gruñó
bajo su respirar: "El puerco; ellos están
tendiendo una trampa para nosotros".
No comprendí en el momento lo que
me quería decir, pero él añadió:
-Deténte aquí por un momento, yo
iré a echar una mirada.
Él se deshizo de toda su ropa y la
dejó hecha un montón, y se alejó en la obscuridad,
prácticamente desnudo. Evidentemente, iba a
visitarlos para ver qué estaba pasando. Lo peor del
espionaje es que te hace siempre sospechar, incluso
de tus mejores amigos Así, tan pronto como Grootboom
se alejó en una dirección, yo silenciosamente me
alejé en otra, y me quedé entre unas rocas en un
pequeño kopje para tener alguna oportunidad si él
tuviera intención de traicionarme e ir con algunos
Matabeles a capturarme. Por una hora o dos permanecí
ahí, hasta que después vi a Grootboom deslizarse
hacia atrás a través de la hierba solo.
Avergonzado
de mis dudas, salí y fui a su encuentro lo hallé
riéndose con satisfacción mientras se vestía de
nuevo. Él dijo que había encontrado, como lo
sospechaba, una emboscada tendida para nosotros. Lo
que le hizo sospechar fueron los fuegos, en lugar de
encenderse sobre la ladera de la colina en diferentes
puntos al mismo tiempo, habían sido encendidos en
una sucesión regular uno tras de otro, evidentemente
por un hombre yendo en progresión. Esto le pareció
sospechoso y, asumió que estaba haciéndolo para
guiarles hacia nosotros, si' hubiésemos ido a
cualquier parte alrededor, para examinar más
cercanamente la localidad.
Grootboom se deslizó hacia ellos
por una intrincada vereda, desde la cual pudo
percibir toda una partida de Matabeles recostados en
el pasto por la pista que probablemente hubiésemos
usado para llegar ahí, ellos nos hubieran
sorprendido y capturado. Para asegurarse de esta
sospecha él se deslizó alrededor hasta llegar cerca
de su fortificación, y viniendo desde allá, estuvo
entre ellos y conversó con ellos, descubriendo cuál
era su intención concerniente a nosotros, y también
cuáles eran sus planes para el futuro cercano.
Entonces, habiéndolos dejado, y caminado audazmente
de espalda a su fortificación, él se deslizó entre
algunas rocas y se reunió conmigo. Él era el
ejemplo del trabajo de un espía de campo que aunque
de cierto modo podría ser taimado y fraudulento, al
mismo tiempo demandaba el coraje y la astucia
personales más grandes. Es algo mayor que la
valentía ordinaria de un soldado en acción, quien
es llevado por el entusiasmo de aquellos que le
rodean bajo el liderazgo de un oficial, y con la
concurrencia y admiración de otros.
Las agallas del hombre que sale
solo, sin ser observado o aplaudido, y arriesgando su
vida, es ciertamente igual de grande. Los boers
usaron libremente espías de campo contra nosotros en
Sudáfrica. Un boer angloparlante solía jactarse de
cómo, durante la guerra, hizo frecuentes visitas a
Johannesburg vestido con un uniforme tomado de un
mayor inglés que había muerto en acción. Él
solía cabalgar pasando a los centinelas que, en
lugar de dispararle, simplemente lo saludaban, y él
asistía a los clubs y lugares frecuentados por los
oficiales, recogiendo de ellos tanta información
como él la requiriese de primera mano, hasta que
atardecía y, cabalgaba de regreso a su comando.