Mis Aventuras como Espía
Por Lord Baden-Powell de Gilwell

Capítulo XVII
CAPTURADO AL FIN

   Alentados por nuestro éxito en introducirnos a los fuertes de día y de noche, nosotros continuamos el experimento por muchas noches sucesivas, observando las prácticas posteriores con reflectores, balas de salva y cohetes luminosos. Nosotros habíamos colectado, sin embargo, toda la información que era necesaria y no había necesidad de regresar. Pero nos llegaron noticias de que habría una demostración final para el Emperador en persona, y no pude resistir la tentación de regresar una vez más al fuerte; como lo esperaba iba a tomar lugar una gran demostración pirotécnica para esta ocasión.
   Llegué a buen tiempo antes de la llegada del Emperador y tomé mi posición como era usual. Mi hermano permaneció afuera para ver el efecto de las luces desde el punto de vista del atacante. Adentro, sin embargo, nada era igual en ocasiones previas. Había un gran número de oficiales reunidos ahí y un gran número de policías para mi gusto. Yo, por lo tanto, me arrepentí de mis intenciones y tomé el camino de vuelta.
   Entonces al ir caminando de regreso por el camino en la oscuridad, vi las luces del séquito del Emperador que venían hacia mí. Tan pronto me pasó el primer carro hice la peor cosa en el mundo que pudiera haber hecho en ese momento: volteé mi cabeza para evitar ser reconocido al darme la luz de las lámparas. Mi acción hizo que los ocupantes del primer carro sospecharan. Ellos eran algunos miembros del grupo de oficiales del Emperador.

En un momento detuvieron el carro, corrieron hacía mí, y con apenas una palabra, me prendieron y empujaron dentro del carro con ellos y me condujeron de vuelta al fuerte. Me preguntaron unas cuantas cosas como quién era y porqué estaba allí, al llegar al fuerte fui entregado a otros oficiales y se me preguntó de nuevo por mis asuntos. Yo sólo pude decir que era ingles que había estado observando las maniobras como un espectador y que estaba ansioso de encontrar mi camino a la estación (que estaba como a diez millas). Esto era totalmente cierto, pero no lo suficientemente bueno para ellos, e inmediatamente me metieron dentro de un carro y me enviaron de regreso a cargo de un oficial a la estación, con el objetivo de entregarme a la policía y, llevarme a la capital.
   Fue en los días de mi aprendizaje, y yo fui excesivamente tonto al tomar algunas notas que, aunque indescifrables, quizás podrían haber sido usadas como evidencia en mi contra. Por consiguiente, tan pronto como estuvimos en camino hice mi trabajo rompiendo en pequeños pedazos aquellas notas y tirándolas por la ventana del carro cuando mi guardián veía a otra parte. Cuando llegamos a la estación había poco tiempo para esperar, pregunté si podía ir a la posada y recoger mis pertenencias. El permiso me fue concedido y fui llevado bajo el cuidado de un oficial de policía.
   Precipitadamente empaqué mi maleta y el buen oficial se empeñó en ayudarme, empacando cualquier cosa que pudiera ver en el cuarto y metiéndolas con mis cosas. Desgraciadamente él guardó las cosas de mi hermano también; así cuando se dio la vuelta las empujé debajo de su cama porque no quería que se supiera que él estaba también allí.

 En un momento detuvieron el carro, corrieron hacía mí, y con apenas una palabra, me prendieron y empujaron dentro del carro con ellos y me condujeron de vuelta al fuerte. Me preguntaron unas cuantas cosas como quién era y porqué estaba allí, al llegar al fuerte fui entregado a otros oficiales y se me preguntó de nuevo por mis asuntos. Yo sólo pude decir que era ingles que había estado observando las maniobras como un espectador y que estaba ansioso de encontrar mi camino a la estación (que estaba como a diez millas). Esto era totalmente cierto, pero no lo suficientemente bueno para ellos, e inmediatamente me metieron dentro de un carro y me enviaron de regreso a cargo de un oficial a la estación, con el objetivo de entregarme a la policía y, llevarme a la capital.
   Fue en los días de mi aprendizaje, y yo fui excesivamente tonto al tomar algunas notas que, aunque indescifrables, quizás podrían haber sido usadas como evidencia en mi contra. Por consiguiente, tan pronto como estuvimos en camino hice mi trabajo rompiendo en pequeños pedazos aquellas notas y tirándolas por la ventana del carro cuando mi guardián veía a otra parte. Cuando llegamos a la estación había poco tiempo para esperar, pregunté si podía ir a la posada y recoger mis pertenencias. El permiso me fue concedido y fui llevado bajo el cuidado de un oficial de policía.
   Precipitadamente empaqué mi maleta y el buen oficial se empeñó en ayudarme, empacando cualquier cosa que pudiera ver en el cuarto y metiéndolas con mis cosas. Desgraciadamente él guardó las cosas de mi hermano también; así cuando se dio la vuelta las empujé debajo de su cama porque no quería que se supiera que él estaba también allí.
   Habiendo finalmente llenado mi baúl de viaje, mi siguiente preocupación era dejar una advertencia para que no fuera atrapado. Así que mientras aparentemente le pagaba la cuenta al casero, que había sido llamado por el policía, escribí una nota de advertencia en un pedazo de papel, que metí a la fuerza en el candil, donde mi hermano no pudiera fallar en encontrarla cuando regresara después a casa. Así fui hacia la estación, llevado de regreso a la capital por un oficial del Húsar de agradable temperamento. Con todos los buenos sentimientos y la verdadera hospitalidad de su clase, insistió en comprar media docena de botellas de cerveza para mi consumo -como era un Inglés- y me ayudó con la prueba rigurosa durante las primeras horas de la mañana.

 En un momento detuvieron el carro, corrieron hacía mí, y con apenas una palabra, me prendieron y empujaron dentro del carro con ellos y me condujeron de vuelta al fuerte. Me preguntaron unas cuantas cosas como quién era y porqué estaba allí, al llegar al fuerte fui entregado a otros oficiales y se me preguntó de nuevo por mis asuntos. Yo sólo pude decir que era ingles que había estado observando las maniobras como un espectador y que estaba ansioso de encontrar mi camino a la estación (que estaba como a diez millas). Esto era totalmente cierto, pero no lo suficientemente bueno para ellos, e inmediatamente me metieron dentro de un carro y me enviaron de regreso a cargo de un oficial a la estación, con el objetivo de entregarme a la policía y, llevarme a la capital.
   Fue en los días de mi aprendizaje, y yo fui excesivamente tonto al tomar algunas notas que, aunque indescifrables, quizás podrían haber sido usadas como evidencia en mi contra. Por consiguiente, tan pronto como estuvimos en camino hice mi trabajo rompiendo en pequeños pedazos aquellas notas y tirándolas por la ventana del carro cuando mi guardián veía a otra parte. Cuando llegamos a la estación había poco tiempo para esperar, pregunté si podía ir a la posada y recoger mis pertenencias. El permiso me fue concedido y fui llevado bajo el cuidado de un oficial de policía.
   Precipitadamente empaqué mi maleta y el buen oficial se empeñó en ayudarme, empacando cualquier cosa que pudiera ver en el cuarto y metiéndolas con mis cosas. Desgraciadamente él guardó las cosas de mi hermano también; así cuando se dio la vuelta las empujé debajo de su cama porque no quería que se supiera que él estaba también allí.
   Habiendo finalmente llenado mi baúl de viaje, mi siguiente preocupación era dejar una advertencia para que no fuera atrapado. Así que mientras aparentemente le pagaba la cuenta al casero, que había sido llamado por el policía, escribí una nota de advertencia en un pedazo de papel, que metí a la fuerza en el candil, donde mi hermano no pudiera fallar en encontrarla cuando regresara después a casa. Así fui hacia la estación, llevado de regreso a la capital por un oficial del Húsar de agradable temperamento. Con todos los buenos sentimientos y la verdadera hospitalidad de su clase, insistió en comprar media docena de botellas de cerveza para mi consumo -como era un Inglés- y me ayudó con la prueba rigurosa durante las primeras horas de la mañana.

Al llegar a la capital fui puesto en un hotel, se me quitó el pasaporte y se me dijo que debía permanecer ahí hasta que se me mandara llamar. Mientras tanto podía recorrer los alrededores de la ciudad, pero no alejarme sin permiso. Muy pronto descubrí que estaba siendo observado por un detective ex profeso, entonces conocí a un espía extranjero que actuaba como mesero en el hotel. Él estaba bien informado de la alta política, al igual que de asuntos militares, que adiviné que debía ser un oficial del cuerpo de inteligencia; él fue para conmigo de lo más amable y de mucha ayuda en mi predicamento.
   Él me señaló quién era el detective en el personal del hotel y me informó que su deber era sólo observarme, para averiguar cuáles eran mis movimientos a diario y reportarlos por teléfono, al oficial en jefe de la policía. Él me aconsejó en informar al conserje antes de salir cada día, dejando saber así a los detectives cuáles eran mis planes, ellos entonces telefonearían a la policía, quien tendría sus propios detectives observándome mientras estaba fuera.

INTRODUCCIÓN

Capítulo I
LOS DIFERENTES RANGOS DE LOS ESPÍAS

Capítulo II
LOS PLANES DE INVASIÓN ALEMES

Capítulo III
JAN GROOTBOOM, MI ESPÍA NATIVO

 Capitulo IV
TRANSPORTANDO INFORMACIÓN

Capítulo V
PLANOS SECRETOS DE FORTIFICACIONES

Capítulo VII
CÓMO SE DISFRAZAN LOS ESPIAS

Capítulo VIII
EXPLORANDO UN ASTILLERO EXTRANJERO

Capítulo IX
ESPIANDO A LAS TROPAS ALPINAS

 Capítulo X
POSANDO COMO UN ARTISTA

 Capítulo XI
ENGAÑANDO A UN CENTINELA ALEMAN

Capítulo XII
UN ESPIA ES SUSPICAZ

Capítulo XIII
BURLANDO A UN CENTINELA TURCO

Capítulo XIV
EL TURCO Y EL TÉ

 Capítulo XV
OBSERVANDO A LOS BOSNIOS

Capítulo XVI
ENCUENTRO CON LA POLICIA

Capítulo XVII
CAPTURADO AL FIN

Capítulo XVIII
EL ESCAPE

CONCLUSIÓN