Una
vez estuve en un país donde sus tropas alpinas
fronterizas se decía que eran maravillosamente
eficientes, pero nadie sabía mucho acerca de su
organización o equipo o sus métodos de trabajo,
así que se me envió para ver si podía encontrar
alguna información acerca de ellos. Me interné en
sus montañas al tiempo que desarrollaban sus
maniobras anuales; encontré numerosas tropas
acuarteladas en los valles y alojadas en todas las
aldeas. Pero todas estas tropas parecían ser del
tipo ordinario: infantería, artillería de la
línea, etc. La artillería estaba provista de
trineos con los cuales los hombres podían llevar las
armas arriba de las laderas de las montañas con
cuerdas, la infantería estaba dotada con piolets
para ayudarlos a pasar caminos en malas condiciones.
Por algunos días observé las maniobras, pero no vi
nada interesante qué reportar.
Entonces, una tarde al pasar una
villa donde se habían alojado, vi un nuevo tipo de
soldado viniendo con tres mulas cargadas. Él
evidentemente pertenecía a aquellas fuerzas alpinas
de las que, a lo lejos, yo no había percibido.
Entré en conversación con él y descubrí que
había bajado de las zonas más altas para obtener
provisiones para su compañía que estaba en lo alto,
entre los picos nevados y enteramente fuera del
alcance de las tropas que maniobraban en las cuestas
inferiores. Él accidentalmente me dijo que la fuerza
a la que pertenecía era una muy grande, compuesta de
artillería e infantería y que estaban buscando
entre los glaciares y las nieves a otra fuerza que
venía en su contra, y ellos esperaban entrar en
contacto con sus enemigos al día siguiente. Entonces
me indicó toscamente la posición en que su fuerza
estaba vivaqueando esa noche, al lado de un pico alto
llamado el "Diente del Lobo".
Compadeciéndome
de él por su difícil trabajo que tenía que pasar y
sugiriéndole caminos imposibles por los cuales
pudiera escalar, él eventualmente me dijo la
dirección exacta de qué vereda tomar, reconocí que
sería posible llegar allí durante la noche sin ser
visto.
Después del anochecer, cuando mi
casero pensó que estaba seguro en la cama,
silenciosamente me alejé hacia la ladera de la
montaña donde estaba el "Diente del Lobo"
frente a un cielo estrellado que me guiaba como un
espléndido punto de referencia. No hubo dificultad
en pasar a través del pueblo con sus grupos de
soldados paseando fuera de servicio, pero en los
caminos de salida había muchos centinelas apostados,
y sentí que ellos difícilmente me dejarían pasar
sin preguntar quién era y adónde iba.
Así que desperdicié un tiempo
considerable evadiéndolos y fui afortunado, al fin,
al descubrir un canal de tormentas canalizando agua
entre altas paredes a una abrupta orilla dentro de un
huerto, por el cual pude deslizarme sin ser visto por
los centinelas que guardaban el frente de la aldea.
Ascendí por veredas y por huellas de cabras que pude
encontrarme en la dirección deseada. Fallé en
encontrar el camino de mulas indicado por mi amigo el
conductor, pero con el "Diente del Lobo"
delineándose sobre mi frente a las estrellas, sentí
que no podía ir mal, lo cual comprobé finalmente.
Fue una larga y penosa ascensión,
pero justo cuando el amanecer comenzó a iluminar el
cielo oriental me encontré a salvo sobre la cresta,
el centelleo de numerosas fogatas me mostraron dónde
se encontraba vivaqueando la fuerza que había venido
a ver.
Tan pronto amaneció, las tropas
empezaron sus movimientos después de un café
mañanero, estaban empezando a esparcirse alrededor
de las laderas de las montañas, tomando posiciones
listos para defender o atacar, así que tan pronto se
iluminaba más me apresuré a encontrar un pequeño y
cómodo montículo para mí, desde el cual esperaba
poder ver todo lo que pasaba sin ser descubierto; por
un tiempo todo salió particularmente bien.
Las tropas se desplazaron en todas
direcciones. Vigilantes con telescopios estaban
apostados para espiar a los montes vecinos, entonces
pude ver dónde estaba reunido el personal de los
cuarteles para discutir la situación. Gradualmente
se acercaron a la posición que yo ocupaba y se
dividieron en dos partidas, la del general
permaneció donde estaba, mientras la otra venía en
la dirección al montículo en que me encontraba.
Entonces para mi horror algunos de ellos empezaron a
ascender mi bastión.
De
inmediato me paré y no hice más esfuerzos por
encubrirme, pero saqué mi libro de dibujos y
comencé a hacer un dibujo del "amanecer entre
las montañas". Muy pronto fui descubierto, uno
o dos oficiales se me acercaron y entrarnos en
conversación evidentemente ansiosos por descubrir
quién era y qué asunto me llevaba ahí.
Mi lema es que con una sonrisa y
algo de perseverancia atravesarás cualquier
dificultad, la perseverancia no era obviamente
política en esta ocasión, por lo tanto puse una
sonrisa doble y les mostré mi cuaderno de dibujos,
explicándoles que una de las ambiciones de mi vida
era hacer un dibujo del "Diente del Lobo"
al amanecer.
Ellos mostraron un interés
respetuoso y entonces explicaron que su objetivo de
estar ahí era el de hacer un ataque desde el Diente
del Lobo en las montañas vecinas, asumiendo que el
enemigo estuviera actualmente en posesión de él.
Por mi parte mostré un interés algo severo pero
discreto en sus procedimientos.
A menos interés que presentaba,
más entusiastas se mostraban en explicarme asuntos,
hasta que eventualmente tuve toda la escena expuesta
ante mí, ilustrada por sus propios mapas del
distrito, que eran mucho más detallados y completos
que ningún otro se haya visto antes en su tipo.
En poco tiempo entablamos amistad,
ellos tenían café que compartieron conmigo,
mientras yo distribuí mis cigarrillos y chocolates
entre ellos, quienes expresaron su sorpresa de que
haya escalado tan temprano, pero estuvieron muy
satisfechos cuando les dije que venía de Gales, y de
inmediato sacaron la conclusión de que era un
montañés y, me preguntaron si vestía un kilt
cuando estaba en casa.
A la mitad de nuestro intercambio
de civilidades se dio la alarma que el enemigo estaba
a la vista, e inmediatamente vimos a través de
nuestros telescopios filas de hombres viniendo en
todas direcciones hacia nosotros sobre la nieve.
Entre nosotros y el enemigo había una profunda y
vasta garganta con pendientes casi perpendiculares,
atravesadas aquí y allá por zigzagueantes pasos de
cabras.
Se les
llamó a los oficiales para describirles las
tácticas de la lucha y en unos pocos minutos el
batallón y los comandantes de la compañía estaban
esparcidos estudiando con sus binoculares la montaña
opuesta, en la cual, corno me lo habían explicado en
ese tiempo, escogieron una línea ascendente para el
ataque.
Entonces se dio la palabra de
avance y la infantería salió en largas filas de
hombres armados con piolets y cuerdas. Las cuerdas
eran usadas para bajarse unos a otros en sitios
difíciles y para encordar a los hombres unos a otros
cuando ellos llegaban a las nieves para salvarles de
caer en grietas, etc. Pero el momento emocionante del
día fue cuando la artillería procedió a descender
dentro de la garganta; las armas eran todas cargadas
en secciones sobre las mulas, también sus municiones
y piezas de recambio. En pocos minutos se colocaron
trípodes, se puso a las mulas en catapultas, armas y
animales estaban entonces más abajo uno por uno
dentro de las profundidades bajas hasta llegar
prácticamente sobre el suelo. Aquí fueron cargadas
de nuevo y entraron en sus filas para escalar las
montañas opuestas, en un increíble corto espacio de
tiempo, mulas e infantería se veían como pequeñas
líneas de hormigas, subiendo por todas las veredas
disponibles que se pudieran encontrar que guiaran
hacia los campos de hielo superiores.
Los resultados de este día de
maniobras ya no me interesaron, había visto lo que
había venido a buscar: las tropas especiales con sus
armas, sus suministros y arreglos de hospital, sus
métodos de movilidad en este aparentemente imposible
país, sus mapas y formas de señalización.
Todo era nuevo, todo era práctico.
Por ejemplo, al ver uno de los mapas que me
mostraron, remarqué que debería haberme encontrado
en cada camino de cabras marcado, pero el oficial
replicó que no había necesidad para eso, cada uno
de sus hombres había nacido en ese valle y conocían
cada camino de cabras en la montaña. También un
camino de cabras no permanecía por más de unas
cuantas semanas, o a lo más unos meses, debido a
derrumbes y a la erosión, continuamente han sido
alterados y marcarlos en un mapa llevaría a la
confusión.